Cuando Isabel Torres anunció que las perspectivas optimistas sobre el cáncer de pulmón que padecía desde 2018 parecían haberse evaporado, a infinitud de seguidores de la intérprete se les sumía el corazón en un congojo difícil de explicar. Lo hizo a través de su Instagram hace alrededor de dos meses y después de hacer pública su enfermedad en el principio del pasado 2020 en un directo de esos tan suyos. En esos en los que dejaba entrever una fortaleza inconmensurable. En los que su espíritu de lucha se apropiaba de la pantalla y siempre quedaba un atisbo de esperanza. Y es, por eso, tan doloroso perder a una actriz que ha hecho mucho más que ser actriz. El adiós a Torres llegó el 11 de febrero, a sus 52 años, y no fue fácil, pero es innegable que restan en tierra muchas más cosas de la canaria de las que se ha llevado con ella.
La lucha siempre fue parte de su historia. Cuestión de batallar, pues la vida de una mujer nacida a finales de los 60 y abiertamente transexual poco tiene que ver con las realidades más actuales. “Sin darme cuenta, he hecho de mi vida una batalla por ser quién yo quería ser”, apostillaba en la última entrevista que concedió al Sábado Deluxe de Telecinco después de hacer públicos los últimos pronósticos de su enfermedad. Y es que Isabel Torres fue pionera en adecuar el DNI a su identidad de género con tan solo 27 años en el año 1996 y la primera mujer transexual candidata a reina del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria del 2005. Desde julio de 2021, era ya hija predilecta de esa, su ciudad.

Después de algunos papeles actorales menores y más espaciados en el tiempo, así como otras incursiones en el mundo de la pequeña pantalla en el rol de presentadora —presentó el programa veraniego Nos vamos pa la playa en Antena 3 Canarias—, la oportunidad de su vida le llegó a sus 50 años. Puede que no fuera una joven promesa, no. Pero sí tenía esos aires de estrella longeva que únicamente artistas de la categoría de Tina Turner podrían llegar a entender. De la mano de los Javis y el estreno de Veneno, Torres se consagraba como una intérprete auténtica y parte del imaginario de jóvenes y adultos que quizás no la tuvieron antes en cuenta. Su papel protagonista en la serie sobre Cristina Ortiz le valió el Premio Ondas 2020 a Mejor intérprete femenina en ficción nacional, galardón que no pudo recoger en la gala oficial a causa de su enfermedad. En su defecto, María Patiño se lo otorgó en una emocional ceremonia alternativa que el espacio sabatino de La Fábrica de la Tele le brindó en su última aparición pública.
Isabel Torres demostró su valía para narrar la historia de Cristina. Dijo adiós a su acento canario y encarnó en cuerpo y alma el descaro de un personaje televisivo cuya presencia no era para nada fácil de emular. Pero Torres lo supo hacer, y cumplió más que con creces. Ella, que ya era bien conocida por ser activista por los derechos LGTB, se había convertido también en un icono de reivindicación más para el colectivo después de darse el beneplácito de entender a ‘La Veneno’ más allá del personaje y dejar que Cristina Ortiz entrase en nuestras casas. Pero no entró solo Cristina, porque una inmensa Isabel Torres venía detrás. Con sus ganas de luchar. Con esa batalla tan suya y de todos.
En la serie, Torres —en el papel de Cristina— le pregunta a Lola Rodríguez si es bonita su vida. Rodríguez, en el rol de Valeria Vegas, le dice que sí. Que es preciosa. “Pues léemela otra vez”, le responde visiblemente emocionada. Un colofón para el recuerdo. Y es que vidas como la de Isabel Torres, también, hay que leerlas con el afecto necesario para entenderlas. Para comprender pasado, presente y trabajar un futuro mejor. Así lo batalló ella.