Como continuación a una primera parte en la que sobrevuela un tono melancólico, reaparecen con una perspectiva más positiva que da respuesta al tema conceptual que se lanzaba anteriormente, la muerte.
Pero es imposible concebir la muerte sin la vida, es por eso que este segundo bloque de canciones, (con 5 más que en el primer acto, haciendo un total de 18), se enfoca en el proceso que sigue al duelo y cómo se sobrelleva la pérdida de un ser querido y se vuelve a abrazar la vida.
Los dos singles que dieron a conocer este álbum (‘Bones’ y ‘Sharks’), ya indicaban una perspectiva diferente, pero siempre dentro del registro al que nos tienen acostumbrados. Hay que profundizar en las otras canciones para encontrar joyas como ‘Waves’, ‘I’m happy’ o ‘Symphony’. Mientras que composiciones como ‘Sirens’, ‘Peace of Mind’, ‘Younger’, ‘Blur’ o ‘Higher Ground’, que perfectamente podríamos encontrar en ‘Night Visions’, nos hacen volver a sus orígenes con un sonido más crudo.
En este proyecto también dejan espacio para melodías más lentas como ‘They Don’t Know You Like I Do’, ‘Tied’, ‘Ferris Wheel’, ‘Continual’, ‘I wish’ y ‘Crushed’, que no destacan tanto en un disco donde las canciones más energéticas se llevan toda la atención.
Siguiendo la línea de sus anteriores publicaciones, en esta podemos encontrar una excelente habilidad para elaborar letras que acompañan a un sonido pegadizo, pero siempre con un significado potente que proviene de las experiencias de los integrantes, mayoritariamente del frontman Dan Reynolds.
El disco completa ‘Mercury — Act 1’ y cierra un nuevo capítulo en el viaje de la banda, la cual se mantiene honesta a sus sonidos, dejando pequeños espacios para nuevos enfoques sonoros.
