“Como un hada madrina populachera y generosa, Madrid hace a sus hijos dos regalos en el instante de su nacimiento. Uno es el agua, la incomparable delicia de beber directamente del grifo. El otro es el anonimato. Porque en esta villa plebeya, que se enorgullece de su condición tanto o más que otras de sus viejos y aristocráticos blasones, nadie es más que nadie. A los madrileños nos traen sin cuidado los orígenes, los apellidos y la distinción de nuestros conciudadanos. Yo lo sé bien, porque no tengo otro lugar de donde ser: unos tatarabuelos míos tenían un café en la Red de San Luis, nunca he pronunciado una frase con los pronombres correctos, hablo demasiado deprisa, me como la última ‘d’ de todos los participios, y hasta llevo el nombre de la patrona… pero ni uno solo de esos atributos me ha servido jamás de nada, nunca me ha servido para nada, en esta bendita ciudad que carece radicalmente de vocación de sociedad cerrada, dividida en estratos de familias viejas y advenedizas. Ese es el Madrid que amo, un caos misteriosamente ordenado, la Villa que se ha fundado a sí misma a espaldas de Palacio, y que no es distinguida, ni falta que le hace”. – Fragmento del pregón de Almudena Grandes durante las fiestas de San Isidro en 2018
Almudena Grandes estaba enamorada de Madrid, de sus calles y de sus gentes, y sobre todo de Malasaña -en su infancia, Maravillas-, un barrio “divertido y ruidoso, intenso y cambiante, muy antiguo y modernísimo a la vez” del no quiso moverse nunca. Fue en su piso de la calle Larra -donde vivió durante más de veinticinco años con su marido, el poeta Luis García Montero-, que Almudena Grandes escribió sus novelas, obras que -como su vida- no se pueden comprender sin ser situadas en Madrid. Y es que Grandes reivindicó la capital castiza en cada una de sus páginas, no solo como espacio, sino también como protagonista: Madrid está presente tanto en Las edades de Lulú -la obra con la que se estrenó en 1989- como en La madre de Frankenstein, la quinta entrega de Episodios de una guerra interminable, su último proyecto narrativo, que quedó inacabado.

Ahora, tres meses después de su muerte, es Madrid el que la reivindica a ella: Almudena Grandes será el origen y el destino de aquellos que entren y salgan de Madrid por la Puerta de Atocha, que pasará a llamarse Estación Puerta de Atocha-Almudena Grandes. Así lo ha anunciado la Ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, en Los Desayunos Informativos de Eruopa Press:
“Estoy convencida de que la España que proponemos es la que ansía la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos, una España que reconoce a sus mujeres, y eso vamos a hacer desde el ministerio. Les anuncio que vamos a poner nombre de mujer a las principales estaciones ferroviarias de nuestra red, un proceso que vamos a comenzar precisamente aquí, en Madrid, donde la estación Puerta de Atocha se llamará Estación Puerta de Atocha-Almudena Grandes”.
Al cierre de 2021, habíamos tramitado el 40% de los fondos que gestionamos.
— Raquel Sánchez (@raquelsjimenez) March 3, 2022
6.500 millones de euros han sido transferidos a las CCAA o se están ejecutando inversiones, adjudicado y licitado contratos de obra y convocado ayudas.
Cumplimos con las tareas del #PlanDeRecuperación. pic.twitter.com/GKZHMcWBiG
Según la ministra, la modificación de la nomenclatura responde a un plan que el consistorio pretende hacer efectivo a lo largo de este año, y que pondrá a las principales estaciones ferroviarias españolas los nombres de mujeres relevantes que han sido “invisibilizadas” por la historia del país.
No es la primera vez que en España se cambia la nomenclatura de una estación y le pone nombre de mujer como forma de homenaje: ya pasó en diciembre de 2008, cuando el gobierno de Zapatero le puso el nombre de la política Rosa Manzano a la estación de Burgos. También pasó en marzo de 2011, cuando el congreso aprobó, en respuesta a una reclamación ciudadana, que la estación de trenes de Málaga se llamase Málaga-María Zambrano, y en diciembre de 2020, cuando el gobierno socialista, durante la remodelación de la estación de Chamartín, le añadió el nombre de Clara Campoamor a la nomenclatura.
El ayuntamiento de Madrid, sin embargo, ha acogido la decisión con cierta indiferencia. Ante el cambio de nombre de la estación de Atocha, la portavoz municipal, Inmaculada Sanz, ha afirmado durante la rueda de prensa de la Junta de Gobierno que “la competencia es del Gobierno de España” y que, por tanto, “está entre sus competencias renombrar, si así lo desea, la estación”. “Por nuestra parte” -ha dicho- “respetar ese cambio de nombre”.
Estas declaraciones se producen tras varios meses de debate político sobre el nombramiento de Almudena Grandes como hija predilecta de la ciudad de Madrid, algo a lo que Vox y ciudadanos votaron en contra y a lo que el PP finalmente ha cedido para sacar adelante los Presupuestos de la ciudad.
No se ha mostrado tan indiferente la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, cuyas declaraciones al respecto han levantado un gran revuelo en las redes sociales: “Lo que sabemos es que el Gobierno quiere dar nombre de mujer a otras estaciones y ponerles el nombre de una mujer y yo lo que creo es que la Virgen de Atocha ya era mujer”, ha expresado durante la Cumbre Europea de Regiones y Ciudades.
A todo esto, como ironizaban en el programa de radio La Ventana, en Ser Catalunya, la estación madrileña no se llama “Virgen de Atocha”, sino “Puerta de Atocha”, y, de momento, en España, no hay ninguna mujer que se llame “puerta”. La estación de Atocha debe su nombre, en realidad, al “atochal” o esparto, una fibra que en la época se utilizaba para hacer sogas y estera. La estación se encuentra en el lugar donde acaba el camino real de Alicante que traía los carros de cáñamo que venían desde Valencia, los “atochales”.
Los segundos de después. pic.twitter.com/VcAWyhU6F6
— Quique Peinado (@quiquepeinado) March 3, 2022