“Océano Mar”, de Alessandro Baricco

Alessandro Baricco
Fuente: Alessandro Baricco
“¿A qué nos referimos cuando decimos mar? ¿Nos referimos al inmenso monstruo capaz de devorar cualquier cosa o esa ola que espuma en torno a nuestros pies? ¿Al agua que te cabe en el cuenco de la mano o al abismo que nadie puede ver? ¿Lo decimos todo con una sola palabra o con una sola palabra lo ocultamos todo? Estoy aquí, a un paso del mar, y ni siquiera soy capaz de comprender dónde está él. El mar. El mar.”
Alessandro Baricco Océano Mar Portada
Fuente: Anagrama Editorial

Ulises creyó haber descubierto todos los horrores del mar. Todas sus bendiciones. Su natural perfección… Se equivocaba. Alessandro Baricco perpetró el océano para indagar en las entrañas más indomables de su vientre. Encontró fantasmas, pero también deseos. Esperanza, y también suplicios. En su búsqueda se encontró con la eterna espera, y el anhelo de unos ojos que aceleran el pulso, pero no rozan la piel. Una mirada que admira, y no aprisiona. Un amor esclavo del recuerdo que no falla en sus promesas… Ni ante el vaivén de unas olas que anuncian la muerte.

Un vaivén ufano, silencioso, similar al ligerísimo barroco que plasma el autor sobre su relato. No puedo (o no logro) describir, narrar, ni equiparar semejante belleza poética en una escueta e inexperta reseña como esta. La novela de Baricco emana una dulce parsimonia en cada una de sus páginas, igualita al alma de su título, que no distingue entre noche y día, belleza o terror, sino que acompaña sus historias con la misma fuerza y calma del océano.

Agua que se deslizaba hacia el agua, galanteo delicadísimo, los meandros del río como una cantilena del alma. Un viaje imperceptible. En la mente de Elisewin, sensaciones a millares, pero ligeras como plumas en vuelo.”

La mar podría convertirse en un animal salvaje, despiadado, un ánima en penitencia, o un cándido balneario, que nada podría perturbar (siquiera alterar) el estilístico placer que pinta Baricco con agua salada. Me atrevería a decir que solo rompe su forma en los diálogos, otorgándoles a sus personajes una remarcada expresividad, capaz de caracterizarlos más allá del realismo. Pareciera incluso que, en su deleite por confundir (hipnotizar) al lector, nos transportara de un lado al otro de un barco a la deriva, transitando entre teatro, poesía prosaica, y epopeya, con la misma fugacidad de un oleaje sacudido por la tormenta.

Pero, ¿dónde termina este mar? O más bien, ¿dónde empieza? ¿Tiene acaso comienzo y final?

“Éste es un lugar donde te despides de ti mismo. Lo que eres se te va desprendiendo poco a poco. Y lo dejas atrás, paso a paso, en esta orilla que no conoce el tiempo y que vive un único día, siempre el mismo. El presente desaparece y tú te conviertes en memoria.”

Resulta complicado dar una visión clara acerca de un relato tan poético como experimental. No sé si este libro pretende ser un ensayo filosófico, desmedido, o un torrencial de ideas, emociones, y tonalidades poéticas para evocar bizarras sensaciones y reflexiones inconclusas. Pero sé, por lo menos, que dispone de ciertos límites, puesto que la trama inicia a orillas del mar, en una playa sobre la que duerme, inmóvil, una posada.

En este escenario atemporal, surgen diversos personajes: un anciano pintor, una amante reprimida, un profesor tan tierno como peculiar, un Padre que hubiese preferido ser humorista, niños que parecen espectros, y una joven muchacha, delicada como el terciopelo. Todos fueron reunidos por los mitos del océano. Cada uno con sus pasadas vivencias, al borde de emprender una nueva aventura frente al mar.

“No hay balsa, no hay hombres, no hay palabras, sentimientos, gestos, nada. No hay culpables ni inocentes, condenados y salvados. Hay sólo mar. Todas las cosas se han convertido en mar.”

Alessandro Baricco nos habla de la perfección, natural o humana (como figura antagónica), como núcleo de invenciones poéticas e ideas nunca vistas. Predomina en ésta la búsqueda de una supuesta “verdad”, mortuoria, oculta ante el precipicio de la desesperación. Pues aquellos que ya han vivido esa aventura, que ya han experimentado esa verdad que tanto misterio atrae, no osan hablar de ella…

Es curioso percibir como aquellos que viven a orillas del enigma, lo dignifican por el hermoso azul que se escabulle en sus pupilas. Pero aquellos que desconocen el mar y saben de él por sus leyendas, o peor aún, aquellos que ya saben de su “verdad y lograron regresar de su vientre, intercambiando cordura por experiencia, lo aborrecen, y no hacen más que rogar clemencia.  

“El mar borra por la noche. La marea esconde. Es como si no hubiera pasado nunca nadie. Es como si no hubiéramos existido nunca. Si hay un lugar en el mundo en el que puedes pensar que no eres nada, ese lugar está aquí. Ya no es tierra, todavía no es mar. No es vida falsa, no es vida verdadera. Es tiempo. Tiempo que pasa. Y basta.”

La misma persona que antaño inspirome a escribir poesía cinco años ha, fue quien me entregó este libro, sin revelarme nada, no sé si por suspense o crueldad, pero en todo caso fue la decisión más acertada. Es por ello que quiero cerrar aquí esta reseña, con la seguridad de no vislumbrar ningún spoiler por analizar más de la cuenta. Ju, gracias por esta extraordinaria lectura, he saboreado cada capítulo como cucharadas de tiramisú sobre la costa de Camogli. Lectores, ansío haberos inspirado a leerlo, pues me haría mucha ilusión escuchar vuestra experiencia.

Pequeño inciso: No puedo desinhibirme de mi amor por el teatro. Mi espíritu cinéfilo me impulsa a transportar su historia a la gran pantalla, con tal de otorgar el mismo disfrute a un público más amplio y diverso. Me surge entonces una gran problemática: ¿cómo podría transportar, de la poesía escrita a la visual, todo el complejo universo de metáforas, vivencias irreales, sutilezas del alma; que desgarra Baricco en la mente del lector tras cada parrafada?

“–Tenéis malos recuerdos, doctor. Y los malos recuerdos acaban destrozando la vida.
–Es una mala vida, Marie, lo que destroza los recuerdos.”

Bueno, eso ya sería asunto mío.

Fuente: Fábulo – Camogli

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